Tuvo razón la Presidenta al enojarse con la clase media hace unos meses, porque no es consecuente con los esfuerzos que ella hace para conquistársela.
Mire si no lo barato que pago yo el gas, en el centro de Buenos Aires, comparado con tantos pobrecitos del conurbano, que compran la garrafa . Y lo que no se valora es que conformar a la clase media es caro , en tanto que a los más pobres se los conquista con apenas una pizca del PBI -¡un poco es tanto para el que no tiene nada!-.
Y a propósito, ¿usted se fijó que una proporción significativa de la clase media (definida por nivel de ingreso) trabaja en blanco y es tributaria de gremios que obedecen a un aliado de la Presidenta? Así va a entender la intención de bajar el mínimo no imponible del impuesto a las ganancias o el proyecto para la participación trabajadora en la rentabilidad de las empresas.
Usted me dirá: ¿qué le importa esto a la casi mitad de los trabajadores argentinos que están en negro o son cuentapropistas y ganan también casi la mitad que los otros? Y yo además le recuerdo que no tienen el privilegio de estar representados por una organización que es socia política del Gobierno.
¿No será que algunas medidas “populares” profundizarán las desigualdades en la dualizada estructura social argentina? Yo sé que usted opina que este gobierno muestra propensión a pervertir buenos objetivos -está sucediendo con los derechos humanos-. Y otro ejemplo es ahora el proyecto de participación de los trabajadores en las ganancias de la empresa. Que puede ser tanto un sucedáneo de aumento salarial extemporáneo que promueva más desocupación y trabajo informal o, contrariamente, un componente de un acuerdo para incrementar la productividad en el que empresa y trabajador son socios en el esfuerzo y sus resultados. Seguramente don Crisólogo Larralde, que algo tuvo que ver con esto, nos diría que ese fue el sentido que tiene en el 14 bis de la Constitución, pero no parece ser el actual.
Argentina se está gobernando como si esta sociedad y el mundo fueran los de los años 50. No han bastado 8 años de crecimiento ininterrumpido, en condiciones internacionales excepcionales para nosotros, para convencer de que el mundo y nuestra sociedad cambiaron radicalmente, y que, por ende, las instituciones laborales, la protección social y las regulaciones económicas deben adecuarse y no seguir pegados a los mismos clisés de antaño.
Es inmoral hablar de redistribución del ingreso y enseguida proponer políticas que cristalizan un mundo de satisfechos frente a otro de marginados (pero sí con analgésicos) . El sindicalismo tiene legitimidad de representación de la mitad de los trabajadores, pero a la otra mitad, si la política no se hace cargo, ¿quién la representa? Redistribución en serio habrá si universalizamos la seguridad social sobre un criterio de ciudadanía y erradicamos programas clientelares; si le damos progresividad y equidad al sistema impositivo; si la legislación laboral se adapta a la debilidad de las pymes y de la informalidad laboral; si tenemos claras las prioridades populares en transporte, urbanismo y vivienda; si el jardín de infantes, la escuela y el colegio para los pobres pasan al estrellato; si excluimos los servicios de salud de la esfera del negocio y el poder; si revisamos los subsidios a los servicios públicos haciéndolos redistributivos, aunque proteste un poco la clase media.
Claro que la Presidenta sabe que esa clase no corresponde sólo a una clasificación económica, que es también una subcultura que se le resiste electoralmente y que cuando se enoja no saquea supermercados pero se exalta con los ritmos dodecafónicos de las cacerolas.
Pero como nosotros ni ella queremos los saqueos ni esa música, será bueno que la política oficial se oriente a revertir paulatinamente la situación de los que están peor y no tanto a reforzar las ventajas de los que estamos bastante bien.
Por Aldo Neri, para Clarín
No hay comentarios:
Publicar un comentario