martes, 20 de mayo de 2008

Por qué persiste el conflicto entre el gobierno y el campo.

El sustrato de la crisis entre el gobierno de Cristina Fernández y los productores agrícolas no es fiscal, sino de sostenibilidad económica y política a medio y largo plazo y de enfrentamientos culturales de vieja data, afirma el autor.

La política enturbia una economía promisoria en pleno auge de commoditiesPor Diego Fonseca, 14 de Mayo de 2008(Publicado en Safe Democracy) El sustrato de la crisis entre el gobierno de Cristina Fernández y los productores agrícolas no es fiscal, sino de sostenibilidad económica y política a medio y largo plazo y de enfrentamientos culturales de vieja data, afirma el autor.(Desde Washigton D.C.)

LOS CAMPOS ARGENTINOS

están repletos de teros. Son aves zancudas de plumaje blanco, parduzco y negro y con un copete en la cabeza. Andan siempre en bandadas, chillando a más no poder. Son muy listas, por lo demás. Para protegerse y engañar a los predadores, ponen los huevos en un nido y lo anunciando cantando teru-teru en otro lugar. Esa frase campera es un clásico de la política distractiva, un ejercicio siempre hábilmente practicado por los dirigentes justicialistas, desde Juan Domingo Perón en adelante. El astuto Perón sabía siempre ocultar sus verdaderas intenciones tras elaboradas cortinas de humo. Elegía el enemigo y polarizaba; usaba las palabras como un manto para ocultar sus intenciones. Sus intereses estaban en otro lado. Teru-teru.Cristina Fernández, sucesora de su esposo, Néstor Kirchner, en la presidencia de Argentina, un hecho único en la historia latinoamericana, es hija de esa escuela. También lo fue su cónyuge y el anterior presidente justicialista, Carlos Menem.El conflicto con el campo es hijo de los teros de Fernández.

Y, a diferencia de la percepción generalizada, no es un conflicto de origen expoliatorio, ni siquiera fiscal. El fondo de la trama esconde tres poderosas razones, las tres con diferente nivel de profundidad. La primera, y más superficial, si el término lo amerita, es la sostenibilidad a corto y medio plazo de la economía y el gobierno. La segunda es el sustrato de base y son las profundas e históricas contradicciones ciudad-ruralidad de la construcción cultural argentina. La tercera, en el medio y entroncando ambas, comprende la gobernabilidad e institucionalidad de Argentina a mediano y largo plazo.
SEMILLAS DE ODIO
La clave detrás de las retenciones, motivo central del paro y el conflicto entre el agro y el gobierno, reside en las condiciones del modelo económico dirigido por Fernández ahora y por su marido antes. “El 60 por ciento de las exportaciones están basadas en el campo, y la mayoría son productos primarios sobre los que el Gobierno aplica retenciones” Un tipo de cambio sostenido, en alrededor de 3,15 pesos por dólar, exige controlar la base monetaria, absorbiendo excedentes de capital que pudieran ingresar a la economía. Demasiado dinero, abarata la moneda dura (Argentina es área dólar) y, a su vez, recalienta la economía y puede disparar la inflación.Los argentinos tienen fobia a la inflación, un virus que aun les da vueltas en la sangre por las desoladoras experiencias de mediados-fines de los 70 y fines de los 80. Para consumidores que han soportado tasas anuales superiores al 5.000 por ciento, la palabra inflación es cosa seria. Ese temor ha calado en el Gobierno que, con presiones de precios menores, ha optado por meter la tierra bajo la alfombra (o cantar teru-teru en otro lado) “Con una soja a valores superiores a 550 dólares por tonelada y otros commodities avanzando a paso firme, el Gobierno de Fernández miraba las cuentas de su ministro y temblaba” y eliminar la inflación real con un indicador ficticio construido por el desmantelado y políticamente controlado Instituto Nacional de Estadísticas y Censos. Ahora bien, el 60 por ciento de las exportaciones argentinas están basadas en el campo, y la mayoría de ellas son productos primarios sobre los que el Gobierno aplica retenciones. Es un modo de controlar la base monetaria, que de todos modos se expande con casi la mitad del dinero que ingresa por exportaciones, unos 40.000 dólares anuales.Y ahí el borrego viene con madre y todo. Si el precio de la soja y otros commodities no encuentran techo y el gobierno no aplicase retenciones mayores (móviles o fijas), Argentina estaría inundada de dinero en poco tiempo, el dólar se convertiría en un recurso barato y, a la par que veríamos a numerosos argentinos otra vez recorriendo el mundo en plan turista y no emigrado, los fundamentales del modelo de crecimiento del gobierno de Fernández se desmoronarían como las escuelas de Sichuán.

RETENCIONES A LA COLUMNA VERTEBRAL DEL REPUNTE ECONÓMICO

“El campo era más atacable que los consumidores de las ciudades, dada la dispersión de unos y la concentración de los otros. Era el único sector al que el Gobierno podía echarle el guante” La medida del ahora eyectado ministro de Economía, Martin Lousteau, de aplicar alícuotas móviles a la exportación proviene de ese razonamiento. Con una soja a valores superiores a 550 dólares por tonelada y otros commodities (trigo, maíz, e incluso arroz o leche y carne) avanzando a paso firme, el Gobierno de Fernández miraba las cuentas de su ministro y temblaba.Entonces, retenciones. Políticamente, el campo era más atacable que los consumidores de las ciudades, dada la dispersión de unos y la concentración (alrededor de las plazas públicas y los medios de comunicación) de los otros. En el fondo, era el único sector al que el Gobierno de Fernández podía echarle el guante. No sólo no ha detenido su crecimiento desde hace ocho años sino que ha sido la columna vertebral del repunte económico argentino tras la crisis de 2001. Para más, las verdes praderas del país tienen un ingrediente que es sangre para vampiros y carne de titulares de periódico para un político: se han internacionalizado más que nunca, con inversores internacionales deseosos de poner dinero en tierras y animales argentinos, sus propietarios (incluso minifundistas) han cambiado la dureza de la vida en los sembradíos por la comodidad de las pequeñas ciudades del interior del país y, vamos, los peones aún siguen siendo el segmento débil de la correa de transmisión, ganando sueldos bajos para las mediciones oficiales.¿Quién podría quejarse si el gobierno la montaba contra esos señores de la especulación ganadera, los nuevos ricos de las camionetas 4×4, los que se han hecho millonarios en tan poco tiempo ganando dinero casi por magia, porque son los precios internacionales incomparables y no su esfuerzo los que los hacen millonarios? La pregunta debió haberse formulado como quién, en la ciudad, podría quejarse. En el campo, muchos. Y ahí vamos.

LAS ROPAS INVISIBLES

Dos periodistas han descocido las ropas invisibles del emperador. Se llaman Néstor Sargiotto y Adrián Simioni y tienen la dudosa cualidad de ser inteligentes, honrados y dos amigos a quienes tengo en gran valía. Sargiotto y Simioni son dos hijos de gringos (italianos emigrados al campo argentino) crecidos en los pueblos agrarios de Charras y Alejandro Roca, en el muy productivo sur de la pampeana provincia de Córdoba. Tienen algunas nociones más de agro que la presidenta Fernández. Lo conocen de cerca, saben qué tamaño debe tener un grano de soja para ser bueno, cuánta leche da una buena holando y a qué huele una antigua porquiza.“En el campo hay enormes operadores y que muchos de ellos han sacado jugosas ganancias a los precios agrícolas, aun con retenciones. Y no sólo ellos: también muchos pequeños y medianos productores” Sus textos se han diseminado por casi toda Argentina merced al correo electrónico y los blogs, curiosamente, herramientas antes urbanas que campesinas.

El primero desnudó la política detrás del griterío de los teros. El segundo estalló y puso bajo descarnada consideración el conflicto subyacente, tan contemporáneo como histórico, entre Buenos Aires y las provincias, o, lo que es lo mismo, la ciudad y el campo. Ambos con cifras en las manos, sin abandonar su precisión de analistas de economía.Sargiotto, editor de publicaciones agropecuarias, productor agrícola él mismo y analista del sector, escribió el análisis Algunas claves para entender la problemática de las retenciones a pedido de empresarios que necesitaban información para tomar decisiones durante el primer paro agropecuario.

Mail a mail, Algunas claves…, que lleva el tono irónico propio del humor de su autor, llegó rápidamente a manos de los principales dirigentes de la protesta rural, como la Federación Agraria Argentina, y de ejecutivos como Adrián Urquía, CEO de Aceitera General Deheza, uno de los mayores exportadores argentinos de productos agroindustriales. Safe Democracy lo reproduce actualizado con permiso del autor.

Vale la pena leerlo con detenimiento. Por supuesto, Sargiotto no es ingenuo. Sabe que en el campo hay enormes operadores y que muchos de ellos han sacado jugosas ganancias a los precios agrícolas, aun con retenciones. Y no sólo ellos: también muchos pequeños y medianos productores han podido recuperar un nivel de vida digno que hacía décadas (o quizá toda una vida) no veían.

EL PECADO DE DESAFIAR AL ORDEN NATURAL DE LAS COSAS

El punto es: ¿acaso eso está mal? ¿Acaso es punible que alguien pueda ganar buen dinero? No, pues ni siquiera se trata de enriquecimientos que podrían ser calificados de obscenos por algún sacristán que no hubiera leído a Carlos Montaner.

“El texto de Simioni desafía al Gobierno achacándole la voluntad de doblar la cerviz agropecuaria al extremo de esclavizarla para ser un eterno proveedor de las burocracias urbanas” Pero sí para el gobierno de la presidenta Fernández, que ha construido su capital político movilizando a su favor los inicialmente justos reclamos de los llamados piqueteros hasta que éstos se convirtieron en fuerza de choque cuasi-fascistas. La respuesta a tal insensatez provino de Simioni, editor del periódico La Voz del Interior, el principal diario de provincias de Argentina. Simioni tituló Prohibido ser rico en Laboulaye un texto volcánico que expresó el descontento del interior profundo respecto de las decisiones tomadas en la capital del país. Prohibido… se regó por los blogs con la velocidad e inevitabilidad de una manga de langostas. En pocas palabras, el texto desafía al Gobierno achacándole la voluntad de doblar la cerviz agropecuaria al extremo de esclavizarla para ser un eterno proveedor de recursos naturales de las burocracias urbanas. Simioni aduce inteligentemente y con humor que el pecado mayor del campo es desafiar el llamado orden natural de las cosas: el campo se desloma para el beneficio citadino; la riqueza urbana es bien vista para llenar los ojos de los turistas y alardear sobre las bondades europeas de Buenos Aires, pero la peonada campesina es eso (peones, no reyes) y es un contrasentido que deseen adquirir estatus de nuevos ricos comprándose un Toyota 4×4 último modelo.

Esa camioneta está bien para mostrar la riqueza urbana, pero no para el campo donde sería rayada, golpeada y machucada al someterla al maltrato propio del trabajo. Si Sargiotto ha puesto el dedo en la llaga de las verdaderas razones económicas de las retenciones, Simioni ha hurgado en una discusión profundamente subjetiva, un sentir ancestral de la cultura argentina: las relaciones políticamente precarias y escasamente razonables entre Buenos Aires y el interior. No es poco, pero aún hay más.

TERRITORIO DE REDUCCIONISMOSA

un con toda su sagacidad, los teros se desbandan con facilidad aunque no sin beligerancia. Un ruido fuerte o la simple presencia de un agricultor, más grande y más alto, basta para poner al pájaro con los pies en polvorosa.

Con seguridad, vuelve a por lo suyo, aunque con un poco de miedo. “La característica preocupante del ejercicio político de Fernández y Kirchner no está dada tanto por la inmediatez sino por las condiciones de construcción de la política argentina” La similitud de los teros con el peronismo como aparato de poder y con la señora Fernández como política en ejercicio acaba antes de eso.

Fernández y Kircher aún están tejiendo el camino a una nueva etapa hegemónica del peronismo, que podríamos llamar el Periodo Familiar. La crisis con el campo puede mellar los índices de popularidad de la presidenta de Argentina pero ciertamente está lejos de carcomerle los tobillos a su permanencia en el poder.

Por otro lado, su marido está en pleno proceso de control del justicialismo, el único partido vivo y con capacidad real de construir poder en Argentina. Al menos, hoy.El tercer factor en cuestión, vistas las razones económicas y denunciado el enfrentamiento cultural, son las condiciones de acumulación política que plantea la crisis gobierno-campo en Argentina.

“El kirchnerismo ahora excluye por izquierda” La característica preocupante del ejercicio político de Fernández y Kirchner no está dada tanto por la inmediatez sino por las condiciones de construcción de la política argentina, que dejará huellas más profundas que las de un tractor en un campo arado.

La política argentina, tal como ha vuelto a manifestar el gobierno en el enfrentamiento con los productores, se ha convertido en territorio de reduccionismos, donde lo que menos prima es la necesidad de preservar la confianza en la calidad de las instituciones. Es un todos con o contra nosotros, un remedo de algún otro presidente que en este momento he olvidado convenientemente.

Y ese reduccionismo es excluyente, marginador y generador de mayores tensiones cuyo pago está posdatado.

Cuando el poder omnívoro del menemismo campeaba por el campo político argentino, los llamados sectores progresistas de Argentina cuestionaban su segregación por derecha. El kirchnerismo ahora excluye por izquierda.

Junto al campo !!
Fernando Chiavón
Secretario de relaciones institucionales
Juventud Radical Comité provincial Santa fe


Por qué persiste el conflicto entre el gobierno y el campo‏
Honorable Convención Nacional de la UCR

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