Por Aldo Neri, ex Ministro de Salud
Dios mío, que capacidad de estropear las buenas ideas que tienen Néstor y Cristina! Vean si no esto de la asignación “universal” al niño . Lo que sí hay que reconocerles son buenos reflejos políticos: la oposición instaló el tema en la última campaña electoral , y como vieron que caía bien en la opinión pública, ¡allá vino el consabido DNU y festejamos la improvisación ! Claro, lo que podría ser un paso inicial en una revolución del concepto de Seguridad Social, tiende a transformarse en un programa más focalizado en los pobres, de esos que recomendaba el tan denostado por la Presidenta “Consenso de Washington” . Lo que pasa es que ella nunca creyó en la universalidad de la protección social, basada en un criterio igualitario de ciudadanía porque, seguramente de buena fe pero bastante fuera del mundo contemporáneo, piensa que el pleno empleo en blanco la va a garantizar, como alcanzó a verlo cuando era chiquita. Aparte de que, sin confesárselo, sabe y sabemos que por un derecho universal no se le da las gracias al gobernante de turno, sólo se le reclama si lo vulnera . ¡Y quién no quiere que le agradezcan! Para peor, ahora nos enteramos de que quiere pedirle crédito al Banco Mundial para financiar la asignación, lo cual desnuda lo errado del concepto original . ¿Se imaginan a Argentina pidiéndole dólares al BM para pagar las jubilaciones? Sería la misma cosa. En Haití quizás, en la hecatombe, pero Argentina, ¿para lo que debería ser una reforma estructural, y por ende permanente, de la Seguridad Social? No poca gente cree, y la Presidenta entre ellos, que afirmar la necesaria separación en el mundo moderno de la protección social de la condición laboral es menospreciar al trabajo como lo que es, un compromiso que incluye socialmente a la persona y fortalece su dignidad al ser útil al conjunto, pero no se ve que establecer esa separación es avanzar en un contrato social más democrático, en que nos ofrecemos todos garantía universal de cobertura igualitaria y solidaria de ciertas necesidades esenciales y riesgos imprevisibles, con independencia de méritos y azares de la vida. Y que encararlo así no desalienta el trabajo ni las posibilidades adicionales que cada uno pueda conquistar .
Además, ¿qué es eso de penalizar al niño que no cumplió con los compromisos de educación y salud suspendiéndole el cobro? ¡Si precisamente es cuando hay que actuar sobre las causas de contexto familiar o la insuficiente disponibilidad de servicios que lo llevan al incumplimiento! O aquello de exigir que el ingreso familiar esté por debajo del salario mínimo para tener derecho al beneficio, cosa que aparte de ser de verificación imposible en el ámbito de la informalidad, abre una puerta a la discrecionalidad, y lo más grave, evapora el pretendido concepto de universalidad .
Sepa de todos modos la Presidenta que ha tomado dos decisiones fundamentales en este campo, en el camino correcto y pésimamente implementadas: la extensión de la jubilación básica y la asignación al niño por fuera de la cobertura tradicional . Los malos de la oposición y algunos medios perversos dirán que hizo lo primero para disponer arbitrariamente de la plata en manos de las AFJP y soplar brisas electorales favorables para su marido, y lo segundo, para quitarle a la oposición una bandera exitosa. Que no haga caso.
Pero la verdad es que lo peor de la primera medida es que, convencida del futuro pleno empleo asalariado, legisló para los argentinos que están, pero no para los futuros . Lo peor de la segunda es que no es tampoco universal , y lo peor de ambos es que recurrió a un financiamiento desprolijo y coyuntural , sin tocar ningún resorte impositivo que podría haber hecho a las reformas mucho más auténticamente redistributivas y sustentables .
Insisto en que ella no escuche a los mal pensados. En el siglo XIX Bismarck no le regaló la Seguridad Social a la socialdemocracia porque era un filósofo progresista. Ella sabe que en política a veces motivos nada transparentes pueden alimentar buenas decisiones. Y lo que con el tiempo se recuerda son estas.
¡Ojalá la Presidenta desconcierte a la oposición y cambie de estilo! Que le encargue al Congreso una buena ley que corrija errores pero manteniendo la orientación y que transforme así una nueva concepción de la Seguridad Social en política de Estado. Mas allá de sus adherentes convencidos o de los interesados, se sorprenderá de la cantidad de opositores que la aplaudiremos.
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