jueves, 2 de octubre de 2008

¿Cambia el Radicalismo?

Documento de los sectores juveniles del radicalismo para presentar en la Asamblea de la Convención Nacional de la UCR próxima a reunirse en Mina Clavero el fin de semana.

¿CAMBIA EL RADICALISMO?
Con nuevo y renovado vigor, una vez más, el radicalismo se zambulle en viejas-nuevas discusiones respecto de la urgente e importante necesidad de modernizar el Partido en función de los tiempos que corren. Nuevamente la U.C.R. da sobrada cuenta de su saludable destreza para el debate de ideas y para el reconocimiento de las circunstancias actuales. Resta saber, ahora, si esos debates podrán traducirse concretamente en puntos de partida para los cambios que todos entendemos representan reclamos recurrentes por parte de la sociedad para con nuestra organización política. Deseamos que así sea. Frente a esta nueva oportunidad de generar los actos necesarios para dar señales claras a la sociedad de una transformación en la U.C.R., los jóvenes del radicalismo, los que día a día militamos en los barrios con la Juventud Radical, los que debatimos en las Universidades y seguimos liderando la F.U.A., sentimos la obligación política y la responsabilidad generacional de llamar la atención respecto de la importancia cardinal que este momento tiene para nuestro Partido y para la política Argentina toda. En primer término diremos que cada oportunidad de transformación esconde tras de sí, como la otra cara de la moneda, una gran amenaza, la de la desilusión y la frustración por la oportunidad desaprovechada. Una vez más, como en tantas otras ocasiones, el resultado concreto del debate sobre el cambio puede ser el continuismo, puede convertirse en más de lo mismo. Una vez más, podemos intentar dar un paso y terminar retrocediendo cuatro, ya que, cada intento fallido suma descreimiento social, deslegitimidad, apatía y reduce los niveles de participación. Debemos estar alertas y ser responsables en los debates que nos demos. No es tiempo, nunca debería serlo, de desperdiciar oportunidades para revitalizar nuestro Partido y con él, la democracia de nuestro país.Hasta aquí damos por sentada la necesidad del cambio, que todos sabemos goza de un amplio consenso dentro de la U.C.R., pero no parece redundante hacer explícitas algunas de las razones por las que éste se hace indispensable. Ya que, de estas causas se desprenden lógicamente los contenidos mismos del nuevo rumbo que el Partido, a nuestro entender, requiere. Entonces, acordar las causas debe ser el paso esencial para dirigirnos hacia los resultados. Sin perseguir una enumeración taxativa y final, señalaremos que los síntomas que hacen urgente la necesidad de modificaciones sustanciales en nuestro Partido forman parte de un proceso general (económico, social, político y cultural) cuyos inicios podemos situar en 1976, siendo el 2001 un episodio más de este mismo proceso. Un proceso marcado por el continuo debilitamiento del Estado-Nación, por un constante avance del individualismo y aislamiento del sujeto y la reducción del ciudadano en mero consumidor de mercancías y placeres. Concomitantemente, el espacio público perdió terreno y calidad, privatizándose progresivamente los espacios de la vida cotidiana. No sólo las empresas públicas pasaron a manos del mercado, sino que además se privatizaron las preocupaciones ciudadanas. El sujeto quedó en soledad frente a una complejidad global que lo abruma, lo supera y lo aísla cada vez más. Funciones estatales esenciales como la educación, la seguridad y la salud pierden el estatus de preocupaciones individuales con tratamiento público y quedan depositadas en las limitadas manos de los particulares. Los ciudadanos, frente a un Estado que renuncia así a las promesas constitucionales básicas, o no las garantiza por ineficacia o desidia, se ven totalmente desprotegidos. Como consecuencia, los lazos de solidaridad, el cimiento mismo de la sociedad, se debilitan, cuando no desaparecen. Por su parte las organizaciones sociales y políticas se transforman a menudo en maquinarias que persiguen intereses privatizados, o son simplemente capturadas por “líderes” sin escrúpulos. Las viejas prácticas se tornan patológicas y las puertas se cierran a las innovaciones y los cambios. Las organizaciones sociales (el Partido, por ejemplo), en tanto medio para un fin, se independizan de sus fines y se convierten en objetivos en sí mismas. La corrupción deja de ser una excepción y se transforma en la regla, un claro síntoma de una sociedad que modificó sus patrones de asociación, optando por el sálvese quien pueda en lugar del compromiso y la responsabilidad para con los demás.En este escenario desalentador, los individuos rehenes de una lógica que los atrapa, pero que al mismo tiempo los ahoga, piden cambios, necesitan cambios. Buscan nuevos aires y piden de sus líderes sociales y políticos ejemplos que marquen un camino distinto. El continuo proceso de pérdida de legitimidad y descreimiento de todas las organizaciones políticas de nuestro país, con traducciones electorales diversas según el momento y el “manejo” estatal de cada actor es una muestra de ello. De hecho, para algunos analistas, son las elecciones del 2003 las que muestran concretamente el mapa más cabal de la fragmentación y la apatía para con el sistema, ya que las circunstancias políticas de ese momento impidieron las “mediaciones” políticas tradicionales. Nuevamente, creemos que es a partir de la consideración seria de este contexto general, que debemos pensar el cambio, su oportunidad y las amenazas que lo acechan. Ahora bien, después de la vista general del escenario que nos arrastra a la transformación y teniendo en cuenta las amenazas que se ciernen sobre este nuevo intento de modernizar nuestro Partido, creemos importante plantear algunas cuestiones puntuales que entendemos deben ser tenidas en cuenta a la hora de avanzar en estos impostergables cambios. Se trataría, en primer lugar, de evitar la tentación formalista. Esto es, la creencia que la modificación formal de ciertos puntos de nuestra Carta Orgánica es la solución que nuestro Partido requiere. No caigamos en esta falacia que supone solo un maquillaje. Necesitamos cambios profundos y sinceros, que vayan al fondo de nuestras prácticas políticas. El cambio formal debe ser el final del camino y no el principio. Resulta apropiado reconocer que a menudo las modificaciones formales son guías válidas de acción, señales unívocas de una nueva forma de hacer las cosas. Pero apoyar el cambio solo en esto no solo es ingenuo, en el mejor de los casos, sino que puede ser interpretado como la mejor manera de no cambiar nada. Muchas veces los radicales somos señalados como grandes arquitectos institucionales, más muchas otras veces también, somos descriptos como pésimos albañiles. Sin dudas, estas características obedecen a un derrotero histórico que con justicias e injusticias muestra grandes planos y pobres obras. Se debería, en segundo lugar, evitar caer en el engaño inmediatista, es decir, actuar pensando que los pasos que damos hoy tendrán resultados sólo en el mediano y largo plazo. Si realmente deseamos revitalizar nuestro Partido a partir de transformar sus prácticas y estructuras, debemos plantear un esquema de cambios en términos graduales, donde hoy sentamos las bases de futuras transformaciones que mañana nos den una Partido verdaderamente moderno. No esperemos dar todos juntos los pasos que desde hace muchos años no damos. Sentar las bases de esos cambios tal vez no suponga grandes modificaciones y reingenierías complejas, sino por el contrario, implique modificar cuestiones sensibles y esenciales, problemáticas que hacen a la cultura política del radicalismo. Temas, por ejemplo, como la incorporación de ciudadanos a la práctica política desde esquemas flexibles y alternativos a la afiliación. Hablamos, de la urgente necesidad de contemplar otras formas de participación de la gente en el Partido, más ajustada a sus propias posibilidades y deseos, esto es, la figura del adherente, como ocurre en otras modernas organizaciones partidarias. Además, la formación de nuestros cuadros políticos y sociales necesita de una fuerte convicción programática que importe un derecho de los afiliados y correlativamente una obligación de la conducción nacional en el cumplimiento de este cometido elemental en todo partido moderno.Seguidamente, se hace imprescindible la exploración de nuevas problemáticas sociales en el temario de nuestra organización a modo de trabajar en el presente futuros consensos, que acerquen al conjunto de la sociedad un proyecto de país concreto y posible.Ese programa, sensible a las demandas ciudadanas tanto como orientado por nuestros principios históricos, debe ser el principal factor de unión de los militantes del radicalismo, y no debe ser negociado en el altar de las coyunturas electorales, de modo que se constituya en una práctica constante y coherente de militantes y dirigentes.
En definitiva la modernización de la U.C.R. pasa, a nuestro entender, por hacer funcionar correctamente los mecanismos orgánicos del único Partido con diseño democrático de la República Argentina. Agregando, obviamente, nuevos contenidos y reformas que integren las nuevas demandas, a la vez que incorporen nuevos actores que otrora no existían. En este sentido, tampoco creemos que sea conducente el camino hacia la centralización del partido.Más bien, pensamos que la tradición federalista del radicalismo debería ser reeditada en clave actualizada. Avanzando hacia esquemas que propicien la descentralización y la responsabilización de los espacios locales, buscando fortalecerlos y sobre todo apuntando a profundizar su democratización. Sabemos que la centralización, tanto como el presidencialismo, no es sinónimo de ejecutividad, que el hecho de que menos tomen las decisiones no supone mayor efectividad, mientras sí supone menor participación. Lo que con seguridad no garantiza la centralización ni el presidencialismo, es la calidad de las decisiones, cuestión por demás delicada y tan cara a la legitimidad de la organización. Pero además, el radicalismo, desde los debates del Consejo para la Consolidación de la democracia, viene planteando para la República la pertinencia de marchar hacia una atenuación del presidencialismo, o más aún, hacia un modelo parlamentario. Mal podríamos pretender para nuestra propia organización interna, algo que no deseamos para la Nación.Cuestión nada menor si tenemos en cuenta que los niveles de participación ciudadana en las organizaciones políticas altamente jerárquicas poseen una tendencia descendente y que para revertirla, será fundamental entre otras medidas, generar espacios atractivos y simplificados de debate y decisión, que incentiven al vecino a sumarse y aportar su visión. Es muy claro para todos, que la distancia entre el debate y la decisión supone una limitante a la participación. Es obvio que el ciudadano que no logra visualizar claramente su participación concreta y los resultados de la misma en las decisiones que la organización toma, se siente desalentado a aportar su punto de vista. No desconocemos la complejidad de la realidad y las múltiples miradas que esta propicia, no planteamos un estado de asamblea permanente, solo decimos que el Partido debe organizar instancias y mecanismos de debate y decisión que sean simples y claros. El gobierno de la U.C.R. deberá lograr un inteligente equilibrio entre ejecutividad, participación amplia y transparencia. Seguramente las nuevas tecnologías de comunicación deberán formar parte esencial de nuevos y modernos esquemas de participación política y partidaria.No existen recetas mágicas para estos cambios, las respuestas a estas necesidades son en sí mismas un proceso de construcción de conocimiento que el Partido debe transitar.
Creemos que la calidad de la relación de mediación ofrecida por los partidos políticos debe ser enriquecida con formulaciones apropiadas a las demandas y necesidades que la participación plural y abierta exige. También debemos levantar el tabú en torno del debate hacia dentro y hacia afuera respecto de la financiación de los Partidos políticos. Y esto debemos hacerlo dando el ejemplo, siendo en primera medida los dirigentes del partido los que aporten al sostenimiento económico de una agenda política. Seguramente que no es un tema de resolución rápida, más bien, sabemos requiere un amplio debate por parte del conjunto de la sociedad y al cual gran parte de los partidos escapan. No se trata aquí de señalar y buscar chivos expiatorios, lo que planteamos es mirar hacia delante y plantear en conjunto con las demás organizaciones políticas un profundo debate respecto de la manera en la que la sociedad Argentina financiará la actividad política en su conjunto. La Política, en tanto la principal herramienta de construcción de sociedad, debe recuperar su legitimidad en base a plantear transparencia, coherencia y racionalidad para entonces si poder debatir públicamente la mejor forma de garantizar su funcionamiento libre y autónomo. Quienes sino los Partidos políticos tienen la obligación de ser la punta de lanza en este debate. Junto a ellos, será fundamental un rol activo de las organizaciones de la sociedad civil y un compromiso concreto del Estado para garantizar el funcionamiento de estos espacios. Finalmente, expresamos que estamos convencidos que la sociedad reclama fundamentalmente coherencia por parte de nuestras organizaciones. Una premisa comunicacional plantea que no existe la no-comunicación, esto es, que todo comunica, que el mensaje comunicacional no es solo intencional. Así, un mensaje se puede dividir analíticamente en literal y en relacional. A saber, el literal es el mensaje que intentamos dar, lo que decimos que decimos. Mientras que el relacional, es aquella parte del mensaje que trasmitimos con otros elementos del mensaje. Por ejemplo, si decimos que regalamos algo y el mismo tiempo lo guardamos en el bolsillo, claramente estamos produciendo una incoherencia en el mensaje, porque literalmente afirmamos una cosa y relacionalmente comunicamos otra. A partir de esta simplificación de la premisa comunicacional, queremos llamar la atención en relación a la necesidad que tiene la U.C.R. de hacer coincidir su mensaje literal y su mensaje relacional. Tenemos la obligación y la responsabilidad de trasmitir coherencia, que será la base de la recuperación de la legitimidad, no podemos declarar la modernización y la renovación del partido y al mismo tiempo esconderlas en el bolsillo. Nuestras acciones concretas deben ir en el mismo sentido del discurso, eso también es modernizar el Partido. Renovación también significa nuevas figuras, y el radicalismo las tiene dentro y fuera de las filas oficiales del Partido. Modernización supone nuevas prácticas y nuevas formas de hacer lo que siempre hicimos de una manera y hoy debemos hacer de otra. El proceso de reconstrucción de la legitimidad perdida, creemos, se inicia a través de estos pasos y no solo a partir de los mensajes literales y declarativos. “Vamos a cambiar”, tiene que ser “estamos cambiando” y estar cambiando es necesariamente hacer las cosas de otra forma. Se afirma querer recuperar la grandeza de antaño. Pues bien, nosotros llamamos a construir la grandeza del futuro. Haciéndonos cargo de nuestras más caras tradiciones y reconociendo nuestros errores, pero tomando los desafíos del presente con otras herramientas y con nuevas formas de hacer las cosas. Reconocer que el Partido como está hoy no resulta la herramienta adecuada para los tiempos que corren, es aceptar la necesidad de cambio, y saludamos este tácito reconocimiento. Trabajar para el futuro, es también, trabajar para la unidad de la U.C.R., para el reencantamiento del militante que se dirigió hacia otros horizontes en busca de un proyecto que los contuviera. Así, el radicalismo que soñamos los jóvenes del Partido, es el que haciéndonos cargo del futuro, convoca a todos aquellos que quieran construir el programa con el cual nos presentaremos a disputar el voto ciudadano, y que deberá tener el sentido de un pacto con la ciudadanía.
El nuevo radicalismo debe pensarse a sí mismo como un partido de mayorías que se prepara para gobernar. Ello, no le debe impedir pensar el funcionamiento de todo el sistema de partidos; incluso, debe proponerse encontrar en éste a aquellas otras fuerzas políticas con las cuales coincidir en el ejercicio de la oposición o en un futuro gobierno de coalición.La U.C.R. que deseamos, es la que convoca a los ciudadanos, individualmente o agrupados en las organizaciones de la sociedad civil, a colaborar en la construcción de un sistema de partidos plural y abierto, que es la única garantía de una sociedad democrática. Ello implica reglas de juego claras. No se puede convocar con generosidad impidiendo el pleno ejercicio de los derechos que le caben a todo militante de nuestro partido. Para ello, resulta necesario el normal funcionamiento de las instituciones partidarias. La normalización de los Comités Distritales y la recuperación para nuestro máximo órgano de gobierno, la Honorable Convención Nacional, de todas sus facultades (incluidas las de juzgar la conducta de los afiliados), son puntos de partida básicos para lograrlo. Este radicalismo, tiene en sus militantes, en los que a pesar de todo estuvimos y seguimos estando, la garantía de la intangibilidad de sus principios cardinales. Tiene en ellos la seguridad de una renovación y que lleve a la U.C.R. a una nueva misión en la historia de la Argentina. Los jóvenes del radicalismo, por derecho propio, y con la responsabilidad que la hora nos demanda, venimos a plantear estas ideas, porque somos el presente y el futuro del Partido, los hijos de la Democracia que tan cara es a nuestra historia y tradición política.
Mina Clavero, 3 y 4 de octubre de 2008.-
Juan Nosiglia (Presidente Comité Nacional de la Juventud Radical)
Sergio Duarte (Secretario General Mesa Nacional de Franja Morada)
Emiliano Bastía (Vicepresidente Federación Universitaria Argentina-Franja Morada)
Emiliano Afara (Secretario de Prensa Comité Nacional)
Dardo Villa (Secretario de Juventud Comité Nacional)
Hernán Rossi (Presidente Instituto de Pensamiento y Formación Moisés Lebensohn)
Dario Utz (Convencional Nacional Franja Morada)
Rubén Arena (Convencional Nacional Franja Morada)
Edgardo Pérez (Convencional Nacional Franja Morada)
Leandro Chamorro (Convencional Nacional Juventud Radical)
Gabriela Uriarte (Convencional Nacional Juventud Radical)
Francisco Fonseca (Convencional Nacional Juventud Radical)
Cristian Sánchez (Convencional Nacional Juventud Radical)
Carla Ocaña (Convencional Nacional Juventud Radical)
Daniel Benítez (Convencional Nacional Juventud Radical)
Marcelo Guouman (Convencional Nacional Entre Ríos)

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