Por Mario Jaraz, secretario general del Comité Nacional de la UCR
La dinámica de diferentes hechos políticos sucedidos en el país fue posicionando a hombres de la UCR en la consideración positiva de la gente por las posturas que, desde el rol de oposición, han tomado. Esto alertó y preocupó a muchos de los que, habiendo transitado los pasillos del partido, buscaron nuevos rumbos más acordes con sus aspiraciones individuales. La problemática que atravesó el país debido a la equivocada política del Poder Ejecutivo frente al sector agropecuario, hizo que Julio Cobos, un hombre surgido de nuestro partido y que eligió acompañar al kirschnerismo, adquiriera notoriedad por su voto en contra del proyecto oficial sobre retenciones móviles. Varios medios de comunicación y su grupo de adeptos están tratando de convertirlo en el héroe a rescatar de esta disputa, por el simple hecho de haber enfrentado al matrimonio presidencial.Mientras tanto, el militante radical, preocupado por el presente y el futuro de la UCR está permanentemente pensando e imaginando acciones para superar la situación en que lo colocaron la impericia de algunos, la falta de convicciones de otros y, además, la instalación en el concierto popular de que los partidos políticos tradicionales habían dejado de tener vigencia y que la práctica de la política pasaba por otros carriles o escenarios.
La dinámica de diferentes hechos políticos sucedidos en el país fue posicionando a hombres de la UCR en la consideración positiva de la gente por las posturas que, desde el rol de oposición, han tomado. Esto alertó y preocupó a muchos de los que, habiendo transitado los pasillos del partido, buscaron nuevos rumbos más acordes con sus aspiraciones individuales. La problemática que atravesó el país debido a la equivocada política del Poder Ejecutivo frente al sector agropecuario, hizo que Julio Cobos, un hombre surgido de nuestro partido y que eligió acompañar al kirschnerismo, adquiriera notoriedad por su voto en contra del proyecto oficial sobre retenciones móviles. Varios medios de comunicación y su grupo de adeptos están tratando de convertirlo en el héroe a rescatar de esta disputa, por el simple hecho de haber enfrentado al matrimonio presidencial.Mientras tanto, el militante radical, preocupado por el presente y el futuro de la UCR está permanentemente pensando e imaginando acciones para superar la situación en que lo colocaron la impericia de algunos, la falta de convicciones de otros y, además, la instalación en el concierto popular de que los partidos políticos tradicionales habían dejado de tener vigencia y que la práctica de la política pasaba por otros carriles o escenarios.
Por la pujanza y osadía de un grupo de políticos responsables, el radicalismo esta recobrando espacios de debate, mística interior y especialmente el respeto y la curiosidad de una parte de la sociedad, que nunca había negado su protagonismo y trascendencia histórica, pero que en determinado momento, frente a la intensidad con que determinados factores de poder, tanto económicos como políticos y de comunicación hablaban exclusivamente de la etapa de disolución en que había caído, llegó a pensar que efectivamente el fin estaba cercano.
Si algo necesita la UCR en este momento –mas allá de un héroe- son hombres y mujeres de convicciones, principios y conducta radical. Nuestros problemas, como el de todos los partidos políticos, surgieron porque la ideología se fue transformando en un artículo en desuso o, quizás, porque muchos que se decían radicales no estaban demasiado convencidos de su valor y responsabilidad.
Ningún héroe que fabriquemos -o quieran imponernos- suplirá el sustento ideológico que tiene la historia de nuestro partido que engalanó el espacio político argentino con hombres que con su conducta marcaron hitos difíciles de superar. Espejos, estos, en el que debieran mirarse todos aquellos que hoy dicen luchar por una sociedad mejor y más justa.
Debemos insistir con el rumbo adoptado, hacer las cosas con seriedad, persistir en reconstruir la Política de forma diferente y animarnos a mirar de otra manera, revaluando los principios y la ideología. La palabra “mediocridad”, sino se instalará tan fuerte entre nosotros que terminaremos convenciéndonos que no serlo significa un castigo.
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