Antes de que toda esta crisis se desatara, un amigo constitucionalista y politólogo me decía que las democracias jóvenes de América latina en algunos casos estaban en estándares muy bajos de calidad institucional, y que básicamente se debía a que se habían convertido en democracias de candidatos, es decir que lo institucional estaba en un segundo plano, aunque formaba parte de los discursos. Recurso institucional de que echan mano las democracias jóvenes, de candidatos, cuando incurrían en algún problema, o cuando se debilitaban por alguna razón, esto es, cuando hay necesidad de sostener al gobierno.
Tenía razón, esto que estamos discutiendo ahora llegó al Congreso no por una convicción republicana y democrática, sino que llegó a cacerolazos, pero bienvenido que llegó.
Estamos sancionando una norma que es absolutamente inconstitucional. Estamos ratificando una resolución ministerial por subdelegación de una delegación impropia e ilegítima del Poder Legislativo en el Ejecutiva. Una norma jurídica de tercer orden, convirtiéndola en ley.
Esto es sencillamente una ofensa al intelecto y a la conciencia del ciudadano argentino. Es flagrantemente inconstitucional. Hoy podríamos crear sí retenciones con una ley, pero no ratificar una resolución. ¿Creen que le van a dar legalidad a la ilegalidad manifiesta, que ya está caminando en tribunales? Va a ser declarada inconstitucional por la Corte.
Pero para el hipotético caso de que el 100 % de los productores que vendieron durante la gestión del matrimonio Kirchner hiciesen un reclamo y lograsen la declaración de inconstitucional, el Estado debería devolver 70.000 millones de pesos. Imagínense emitiendo bonos para pagar esta obligación. Esto no va a ocurrir, porque no van a ir todos los productores a reclamar, pero seamos conscientes de lo que está ocurriendo.
Basta de divisiones, no hay más las divisiones del pasado, nos hemos notificado los argentinos de que asomó a la vida nacional una nueva burguesía, pequeña y mediana, de base agroindustrial.
En buena hora, bienvenida sea. Ni los protagonistas eran conscientes de la existencia y de la capacidad organizacional que tenían.
Vino el campo a hacer lo que la política no hizo. Con motivo del surgimiento de esta nueva burguesía se corrió el velo en la República. Se comenzó a hablar de institucionalidad, de federalismo, se comenzó a hablar del problema energético. Se siguió hablando de corrupción, de la caja para el alineamiento permanente.
Una cosa es acumular poder y otra muy distinta es construir poder. Hizo muy bien Kirchner, desde un 22 % del electorado inicial en acumular poder para recompener la relación institucional. Lo acumuló rápido y a billetera pura, pero lo que crece con esta metodología, también fácilmente se desfallece.
Ninguna consultora ni politicólogo del mundo podría explicarnos cómo se hace, qué magia hay que tener para rifar más de 40 puntos porcentuales de imagen positiva en un país que estaba en pleno crecimiento y con gran perspectiva para el futuro.
Tenía razón, esto que estamos discutiendo ahora llegó al Congreso no por una convicción republicana y democrática, sino que llegó a cacerolazos, pero bienvenido que llegó.
Estamos sancionando una norma que es absolutamente inconstitucional. Estamos ratificando una resolución ministerial por subdelegación de una delegación impropia e ilegítima del Poder Legislativo en el Ejecutiva. Una norma jurídica de tercer orden, convirtiéndola en ley.
Esto es sencillamente una ofensa al intelecto y a la conciencia del ciudadano argentino. Es flagrantemente inconstitucional. Hoy podríamos crear sí retenciones con una ley, pero no ratificar una resolución. ¿Creen que le van a dar legalidad a la ilegalidad manifiesta, que ya está caminando en tribunales? Va a ser declarada inconstitucional por la Corte.
Pero para el hipotético caso de que el 100 % de los productores que vendieron durante la gestión del matrimonio Kirchner hiciesen un reclamo y lograsen la declaración de inconstitucional, el Estado debería devolver 70.000 millones de pesos. Imagínense emitiendo bonos para pagar esta obligación. Esto no va a ocurrir, porque no van a ir todos los productores a reclamar, pero seamos conscientes de lo que está ocurriendo.
Basta de divisiones, no hay más las divisiones del pasado, nos hemos notificado los argentinos de que asomó a la vida nacional una nueva burguesía, pequeña y mediana, de base agroindustrial.
En buena hora, bienvenida sea. Ni los protagonistas eran conscientes de la existencia y de la capacidad organizacional que tenían.
Vino el campo a hacer lo que la política no hizo. Con motivo del surgimiento de esta nueva burguesía se corrió el velo en la República. Se comenzó a hablar de institucionalidad, de federalismo, se comenzó a hablar del problema energético. Se siguió hablando de corrupción, de la caja para el alineamiento permanente.
Una cosa es acumular poder y otra muy distinta es construir poder. Hizo muy bien Kirchner, desde un 22 % del electorado inicial en acumular poder para recompener la relación institucional. Lo acumuló rápido y a billetera pura, pero lo que crece con esta metodología, también fácilmente se desfallece.
Ninguna consultora ni politicólogo del mundo podría explicarnos cómo se hace, qué magia hay que tener para rifar más de 40 puntos porcentuales de imagen positiva en un país que estaba en pleno crecimiento y con gran perspectiva para el futuro.
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